lunes, 25 de enero de 2010

Quiero mi sexo



"¿Se me nota el bultete?". Álex se está arreglando. Después de la sesión de maquillaje y planchado de melena vienen las piruetas para embutirse los leggins. Ni una arruga. Ni un gramo de grasa. Ni rastro de celulitis. Las cosas como son: con su metro ochenta, su tipazo y la insolencia de sus 20 años, Alexandra Rubio es un pibón. El bulto que le preocupa debe de estar a buen recaudo. Álex estudia en la Escuela de Arte y Diseño de Valencia. Su talento para el dibujo fue decisivo para que sus padres, una modista y un albañil de Hellín (Albacete), accedieran a costearle la carrera fuera de casa. Hoy se muda a esta corrala de Benimaclet. Está que se sale. Eufórica por la novedad y baldada por el traslado. Una montaña rusa emocional. Una balsa de aceite comparada con la travesía en la que se ha embarcado.

Alexandra es una mujer transexual. Tiene disforia de género, un síndrome identificado en el DSM IV y el ICD-10, los catálogos de enfermedades por los que se rigen los facultativos del mundo. Los investigadores aún no saben cómo ni por qué. Pero ocurre. Alexandra nació con pene, testículos -el bultete que camufla entre sus piernas- y el cromosoma masculino XY en su cariotipo. Todo un hombre, el mayor de tres hermanos. Pero su sexo biológico y psicológico no coinciden. En sus pensamientos y en sus sentimientos, siempre fue mujer. Ahora acaba de emprender el viaje sin retorno para, además, parecerlo. Su proceso de reasignación de sexo.

Álex se considera mujer desde que recuerda, pero ya era una adulta de 19 años cuando, después de un proceso de asimilación e investigación personal -"Internet fue mi guía: lo miré todo, lo leí todo, lo pregunté todo"-, se plantó en la consulta de Felipe Hurtado. Otras, y otros, no esperan tanto. Hurtado, psicólogo, es quien diagnostica a los pacientes de la Unidad de Atención a la Transexualidad en la sanidad pública valenciana. De las 120 personas que trata, 10 son menores. Chavales que acudieron a consulta y confesaron el mismo sinvivir. Un conflicto total entre mente y cuerpo. Chicos con genitales masculinos que se sienten mujeres. Chicas con mamas y vagina que se ven hombres hechos y derechos. Criaturas en pleno desarrollo que asisten con horror a la eclosión de sus caracteres sexuales. Unos atributos que no reconocen y llegan a aborrecer hasta el punto de ansiar librarse de ellos. Cueste lo que cueste. Duela lo que duela.

Son adolescentes y jóvenes transexuales. Sí, existen. La cátedra de Transexualidad de la Universidad Libre de Ámsterdam, santuario de los especialistas, habla de un diagnóstico cada 11.900 varones y uno cada 30.400 mujeres. Los nuevos transexuales no son ni más ni menos que antes, pero presentan diferencias respecto a las generaciones anteriores. Disponen de toda la información sobre su síndrome -la relevante, la accesoria y la basura- a un clic de ratón. Cuentan con un grado de apoyo familiar inaudito hace años. Y gozan de derechos adquiridos, posibilidades por las que los mayores pelearon y ellos dan por supuestas. La Ley de Identidad de Género de 2006 permite cambiar de nombre y sexo en el Registro sin tener que acreditar cirugía de reasignación sexual. Y el Catálogo 2006 de Sanidad acepta de hecho, al no excluirla, la atención a las personas transexuales en el Sistema Nacional de Salud.[...]

Álex está siguiendo paso a paso el protocolo de actuación establecido en 1979 por la Asociación Harry Benjamin de Disforia de Género, la biblia de los profesionales de la transexualidad. Hurtado la sometió a nueve meses de entrevistas y pruebas clínicas antes de diagnosticarla como idónea para el proceso de reasignación de sexo. Las pastillas -prescritas por el endocrinólogo de la unidad- son la primera etapa de esa carrera de fondo. Sólo tras dos años de terapia y de probar que va por la vida como mujer aunque tenga "paquetico" -el test de la vida real- podrá ponerse en manos de los cirujanos para terminar de feminizar el cuerpo masculino con el que nació. Pero eso ya se verá. "Es una operación complicada y no quiero arriesgarme a perder el placer sexual", dice la interesada, "por ahora estoy bien así".

Extracto del interesante, y mucho más extenso, reportaje Quiero mi sexo, publicado en El País Semanal EPS, del 24 de enro de 2010.
EL PAÍS SEMANAL entrevista a Lucas, un chico de 20 años que lleva dos en tratamiento hormonal de reasignación de sexo.

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