La Asociación Holandesa de Médicos ha elaborado una directriz para despejar las dudas de los facultativos a la hora de aplicar la eutanasia. Incluye específicamente a los enfermos que la pidieron en su día, pero han entrado en un estado de semiinconsciencia que les impide comunicarse. La instrucción, aprobada por los ministerios de Sanidad y Justicia y por la Fiscalía General del Estado, se centra en medir el grado de dolor. Si se considera insoportable, la eutanasia sigue adelante. Por el contrario, si el especialista duda acerca de la intensidad del padecimiento o el paciente está en coma, la medida es descartada. La guía ha sido discutida durante casi cuatro años y no modifica la Ley de Eutanasia, aprobada en 2001. Por eso no ha sido necesario remitirla al Parlamento para su aprobación.
La eutanasia induce a veces a confusión. Incluso en Holanda, donde la apoya cerca del 85% de la población. Su práctica continúa penalizada hasta con 12 años de cárcel de no cumplirse estos requisitos: el enfermo debe padecer sufrimientos insoportables y sin mejoría posible; pedirla con énfasis y de forma repetida; el médico tiene que pedir una segunda opinión e informar a una de las cinco comisiones regionales que analizan los casos. Con todo, muchos médicos creen que ante una pérdida de consciencia del paciente la situación cambia. Que a pesar de haber acordado que le ayudarían a morir cuando podía hablar, la ley no les amparará. "La guía pretende clarificar y distinguir las diferentes formas de consciencia para orientarles y despejar estas dudas penales", señala la asociación colegial. Como la familia no tiene poder de decisión en los casos de eutanasia adulta -entre 12 y 16 años deben consentir los padres, y entre 16 y 17 forman parte de la toma de decisión- la medición de dolor resulta esencial.
El modelo escogido es la denominada Escala de Coma de Glasgow, usada normalmente para evaluar el nivel de consciencia en traumatismos craneoencefálicos. Incluye una tabla de valores entre el 3 y el 15. Una puntuación derivada de la respuesta dada por el enfermo a estímulos externos. Se mide desde el grado de apertura ocular y respuesta motora o verbal a la reacción ante un pinchazo. "Con seis o menos puntos, se deduce que apenas nota el dolor [porque está en coma]. No hay lugar para la eutanasia. A partir de siete, el dolor puede ser insoportable. El médico decidirá si los cuidados paliativos bastarán para contenerlo, o bien seguir adelante con la eutanasia", añade la documentación de la Asociación de Médicos.
Reducir la sedación para obtener una respuesta que clarifique la situación del doliente no se considera ético. "Nos perderían la confianza. El acuerdo de eutanasia era firme, y la medicación prescrita, adecuada al momento de la enfermedad", señala un médico de cabecera de La Haya que prefiere mantener el anonimato.
No es un comentario hecho a la ligera. La eutanasia requiere que el paciente confíe plenamente en su médico. Le tranquiliza saber que le allanará el camino para poner fin a su vida cuando ya no pueda más con sus padecimientos. En estos momentos, la ley señala que "el sufrimiento sin perspectivas de mejora lo determina el facultativo, obligado a discutir todos los tratamientos posibles con su paciente". En cambio, "el sufrimiento insoportable es más difícil de objetivar". El peso emotivo no lo suaviza la nueva directriz, que sí "espera contribuir a que la apreciación de un dolor intolerable, agravada por la falta de consciencia, sea menos subjetiva".
La nueva guía ha coincidido con la publicación de las últimas cifras sobre las eutanasias practicadas en 2009. Obtenidas por las comisiones regionales que la evalúan, arrojan un aumento del 13% (2.636 casos) con respecto al año pasado. "Tal vez el tabú empieza a desaparecer. También es posible que los médicos la reporten con mayor frecuencia. O bien que antes la tomaran como una forma extrema de cuidados paliativos", según sus portavoces.
Un 85% de los pacientes sufría diversos tipos de cáncer, y estaban desesperados por el dolor y la pérdida de independencia. Un 80% falleció en casa. El resto, en hospitales y centros especializados en enfermos desahuciados.
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