Un programa pionero respaldado por el Injuve e Instituciones Penitenciarias ha logrado sacar a jóvenes delincuentes de la cárcel, ayudándoles a montar sus negocios.
En el diario Público, del 6 de junio de 2010
"No es nada personal, sólo son negocios", repetían los Corleone en El Padrino. Nadie podrá negar que algunos reconocidos criminales tenían un don especial para los negocios. Talento para diseñar operaciones, olfato para detectar beneficios, carácter para coordinar grupos humanos, arrojo para correr riesgos, iniciativa para levantar proyectos, capacidad de negociación... ¿Por qué no utilizar precisamente ese talento natural para reinsertar al condenado? ¿Por qué no reconducir ese espíritu emprendedor en beneficio de todos?
Un programa pionero, puesto en marcha hace poco más de un año en España, está demostrando que es posible. Estafadores, traficantes de drogas y falsificadores al frente de una peluquería para perros, un asador de pollos, un negocio de transporte de toros de lidia, un locutorio, un criadero de lombrices o una empresa de mantenimiento de piscinas.
El sofisticado proyecto Jóvenes, autoempleo y prisión está consiguiendo sacar a ex delincuentes de las cárceles, y de la espiral del crimen, al lograr que sean capaces de montar sus propias empresas. La mejor manera de evitar la frustración del "ya te llamaremos" con el que se rechaza a los ex presidiarios en busca de un empleo. La mejor manera de evitar que vuelvan a las andadas. A lo largo del primer año completo de este máster para reclusos se ha trabajado con 28 internos (de ambos sexos y todas las nacionalidades) con rotundos resultados: 22 han terminado el complejo ciclo de formación (con varios meses de cursos) y elaborado su plan de negocio, y se encuentran ahora en fase de montar su empresa (cuatro ya la han puesto en marcha). Ninguno ha vuelto a delinquir.
"Y eso que el programa es duro, muy duro. Aquí no se viene a llorar, aquí se viene a trabajar", asegura Miguel Ángel Díaz, responsable de coordinar el proyecto desde Instituciones Penitenciarias. No se lo ponen fácil a los presos. Se les carga de responsabilidades y se les hace ver que por primera vez está en su mano salir adelante. En cuanto son aceptados en el programa, pasan al centro penitenciario Victoria Kent, en tercer grado, y sólo tienen que regresar para dormir. De golpe, les dan las riendas de sus vidas.
Bogdan, que llevaba un lustro a la sombra, tiene claros los numerosos beneficios del proyecto. "El secreto está en que no te puedes apuntar al programa", afirma este rumano, uno de los recién licenciados que ahora se halla en plena pista de despegue hacia su propia empresa. En efecto, no entra quien quiere. Todo comienza preseleccionando a los internos que puedan resultar idóneos. Se sirven de toda una red de ojeadores: funcionarios, educadores, psicólogos... que trabajan a diario entre los presos. Su olfato les sirve para detectar quién tiene realmente ese "gen emprendedor" necesario para tener éxito.
"Y eso que el programa es duro, muy duro. Aquí no se viene a llorar, aquí se viene a trabajar", asegura Miguel Ángel Díaz, responsable de coordinar el proyecto desde Instituciones Penitenciarias. No se lo ponen fácil a los presos. Se les carga de responsabilidades y se les hace ver que por primera vez está en su mano salir adelante. En cuanto son aceptados en el programa, pasan al centro penitenciario Victoria Kent, en tercer grado, y sólo tienen que regresar para dormir. De golpe, les dan las riendas de sus vidas.
Bogdan, que llevaba un lustro a la sombra, tiene claros los numerosos beneficios del proyecto. "El secreto está en que no te puedes apuntar al programa", afirma este rumano, uno de los recién licenciados que ahora se halla en plena pista de despegue hacia su propia empresa. En efecto, no entra quien quiere. Todo comienza preseleccionando a los internos que puedan resultar idóneos. Se sirven de toda una red de ojeadores: funcionarios, educadores, psicólogos... que trabajan a diario entre los presos. Su olfato les sirve para detectar quién tiene realmente ese "gen emprendedor" necesario para tener éxito.
El caso de Bogdan, condenado por falsificar tarjetas de crédito, es paradigmático: gracias a sus conocimientos de informática comenzó a colaborar en la emisora de radio que mantienen en el centro penitenciario. En poco tiempo, estaba coordinando los departamentos casi 40 personas para lograr una parrilla interesante durante las 24 horas diarias de emisión.
"Incluso me compré un libro, que costaba 20 euros, sobre motivación de equipos", presume este joven de 31 años, que montará un negocio de coaching, para planificar estrategias que ayuden a las personas a superar sus retos.
Proceso de selección
Después de la preselección, se enfrentan a un duro cásting, que los propios presos recuerdan como una de esas escenas cinematográficas en las que un comité examina al preso para determinar si son aptos para la condicional. "No podemos dejar que se engañen ni que nos engañen. Tienen que mostrar ese gen emprendedor y proponer un negocio viable para ellos; aquí no se viene a poner una macrodiscoteca", precisa Díaz.
Además, para el próximo curso (ya van tres promociones) se va a depurar aún más el proceso, centrado especialmente en los problemas de drogas, ya que los únicos cuatro presos a los que se tuvo que expulsar fue por consumo de estupefacientes.
En cualquier caso, hoy por hoy ya tratan las necesidades y lagunas de cada uno de los presos individualmente (ya sea la informática o la sociabilidad), una de las mayores virtudes del programa.
Antes de la formación financiera, los internos reciben una preparación para la libertad, mediante un taller de herramientas para la vida. "De pronto, se van a encontrar con que el patio de la cárcel es toda la Comunidad de Madrid. Y allí no saben de qué pie cojea cada uno, como en prisión, lo que les expone a volver a cometer un delito", asegura Díaz.
Se organizan encuentros con voluntarios, que además son empresarios de éxito, para ayudarles a socializarse, a hablar con gente normal, de la calle. Una experiencia que aprecian especialmente, porque no sólo les aporta conversación, sino ideas y consejos para sus negocios en ciernes.
Además, reciben clases de inteligencia emocional, para que aprendan a gestionar sus sentimientos y a relacionarse con los demás. "Descubres cómo te ven los demás. Es un buen momento para mirarte al espejo por primera vez", asegura Petronella, Ella, una chica que lleva las finanzas en las venas, hasta el punto de que a menudo tomaba las riendas de las clases de economía.
"Se hacen mayores de pronto; descubren por primera vez que no hay un culpable externo de todo lo que les pasa", resume Díaz, uno de sus tutores. Bogdan, tan expresivo y carismático como un líder de masas, también utiliza la metáfora del paso a la madurez: "Tras el paso por la cárcel, estás acostumbrado a pedirlo todo, como los niños a sus madres. Cada vez que necesito algo, se pone en marcha una maquinaria para ver si me lo dan. Ahora, me lo tengo que currar para conseguirlo", resume.
El trabajo más técnico se lleva a cabo en la Fundación Tomillo, una entidad que se dedica a fomentar el autoempleo entre los sectores más expuestos a la exclusión social. Allí les ayudan a detallar sus planes y les proporcionan conocimientos empresariales que sean suficientes para llevar las riendas de su comercio o de otros venideros.
"Para nosotros es un reto técnico, porque las empresas que nos están planteando estos jóvenes presos son de lo más innovadoras", asegura Malena Francia, coordinadora del programa de Emprendimiento.
"Nuestro reto no es sólo que logren poner en marcha su proyecto, sino que se consolide y mantenga", afirma Francia, una de las responsables de lidiar con la banca para conseguir microcréditos para los negocios.
No hay lugar para la caridad, y menos en los tiempos que corren. Los planes empresariales que preparan concienzudamente los presos, de docenas de páginas, no dejan nada a la improvisación: está todo atado y bien atado. "Primero, nos dan la posibilidad de fallar sobre el papel, para no llevarte un chasco más adelante. Ahora ya tengo todos los números en la cabeza, y cuadran", comenta emocionado Bogdan.
Ganárselo trabajando
No obstante, los créditos sólo cubren una parte de los gastos; el resto lo tienen que poner de sus ahorros, de lo que ganen trabajando en la calle. En la penúltima fase del programa, tras la formación, deben buscar un empleo por cuenta ajena que les prepare para las relaciones profesionales y con el que ganar un sueldo para montar su negocio.
"Me está costando mucho encontrar curro, porque lo mío era la construcción y eso está parado", lamenta Óscar, que a pesar de que lleva más de un año limpio, se encuentra aún con el rechazo del mercado laboral que el programa pretende sortear.
Este proyecto no sólo transforma malhechores en autónomos respetables. Además, en un sólo año, está dejando huella en las cárceles de las que ha salido alguno de los alumnos. Lo atestigua Franco, de la segunda promoción, ex compañero de celda de Bogdan: "Cuando él se fue, me cambió la vida: ya sabía lo que debía hacer. Hizo historia en Valdemoro. Ahora más internos tratan de portarse bien, de mejorar sus resultados en los cursos y los programas", afirma.
El propio Bogdan reconoce un plus de responsabilidad: "Si nosotros lo hacemos bien, el programa seguirá adelante. Hay que lograr que más presos lo consigan".
La intención de la cooperativa Iniciativas, que coordina el proyecto con la ayuda del Injuve y de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, es que a lo largo de 2010 participen 45 nuevos internos. Y exportarlo más allá de Madrid, a otras prisiones.
"Incluso me compré un libro, que costaba 20 euros, sobre motivación de equipos", presume este joven de 31 años, que montará un negocio de coaching, para planificar estrategias que ayuden a las personas a superar sus retos.
Proceso de selección
Después de la preselección, se enfrentan a un duro cásting, que los propios presos recuerdan como una de esas escenas cinematográficas en las que un comité examina al preso para determinar si son aptos para la condicional. "No podemos dejar que se engañen ni que nos engañen. Tienen que mostrar ese gen emprendedor y proponer un negocio viable para ellos; aquí no se viene a poner una macrodiscoteca", precisa Díaz.
Además, para el próximo curso (ya van tres promociones) se va a depurar aún más el proceso, centrado especialmente en los problemas de drogas, ya que los únicos cuatro presos a los que se tuvo que expulsar fue por consumo de estupefacientes.
En cualquier caso, hoy por hoy ya tratan las necesidades y lagunas de cada uno de los presos individualmente (ya sea la informática o la sociabilidad), una de las mayores virtudes del programa.
Antes de la formación financiera, los internos reciben una preparación para la libertad, mediante un taller de herramientas para la vida. "De pronto, se van a encontrar con que el patio de la cárcel es toda la Comunidad de Madrid. Y allí no saben de qué pie cojea cada uno, como en prisión, lo que les expone a volver a cometer un delito", asegura Díaz.
Se organizan encuentros con voluntarios, que además son empresarios de éxito, para ayudarles a socializarse, a hablar con gente normal, de la calle. Una experiencia que aprecian especialmente, porque no sólo les aporta conversación, sino ideas y consejos para sus negocios en ciernes.
Además, reciben clases de inteligencia emocional, para que aprendan a gestionar sus sentimientos y a relacionarse con los demás. "Descubres cómo te ven los demás. Es un buen momento para mirarte al espejo por primera vez", asegura Petronella, Ella, una chica que lleva las finanzas en las venas, hasta el punto de que a menudo tomaba las riendas de las clases de economía.
"Se hacen mayores de pronto; descubren por primera vez que no hay un culpable externo de todo lo que les pasa", resume Díaz, uno de sus tutores. Bogdan, tan expresivo y carismático como un líder de masas, también utiliza la metáfora del paso a la madurez: "Tras el paso por la cárcel, estás acostumbrado a pedirlo todo, como los niños a sus madres. Cada vez que necesito algo, se pone en marcha una maquinaria para ver si me lo dan. Ahora, me lo tengo que currar para conseguirlo", resume.
El trabajo más técnico se lleva a cabo en la Fundación Tomillo, una entidad que se dedica a fomentar el autoempleo entre los sectores más expuestos a la exclusión social. Allí les ayudan a detallar sus planes y les proporcionan conocimientos empresariales que sean suficientes para llevar las riendas de su comercio o de otros venideros.
"Para nosotros es un reto técnico, porque las empresas que nos están planteando estos jóvenes presos son de lo más innovadoras", asegura Malena Francia, coordinadora del programa de Emprendimiento.
"Nuestro reto no es sólo que logren poner en marcha su proyecto, sino que se consolide y mantenga", afirma Francia, una de las responsables de lidiar con la banca para conseguir microcréditos para los negocios.
No hay lugar para la caridad, y menos en los tiempos que corren. Los planes empresariales que preparan concienzudamente los presos, de docenas de páginas, no dejan nada a la improvisación: está todo atado y bien atado. "Primero, nos dan la posibilidad de fallar sobre el papel, para no llevarte un chasco más adelante. Ahora ya tengo todos los números en la cabeza, y cuadran", comenta emocionado Bogdan.
Ganárselo trabajando
No obstante, los créditos sólo cubren una parte de los gastos; el resto lo tienen que poner de sus ahorros, de lo que ganen trabajando en la calle. En la penúltima fase del programa, tras la formación, deben buscar un empleo por cuenta ajena que les prepare para las relaciones profesionales y con el que ganar un sueldo para montar su negocio.
"Me está costando mucho encontrar curro, porque lo mío era la construcción y eso está parado", lamenta Óscar, que a pesar de que lleva más de un año limpio, se encuentra aún con el rechazo del mercado laboral que el programa pretende sortear.
Este proyecto no sólo transforma malhechores en autónomos respetables. Además, en un sólo año, está dejando huella en las cárceles de las que ha salido alguno de los alumnos. Lo atestigua Franco, de la segunda promoción, ex compañero de celda de Bogdan: "Cuando él se fue, me cambió la vida: ya sabía lo que debía hacer. Hizo historia en Valdemoro. Ahora más internos tratan de portarse bien, de mejorar sus resultados en los cursos y los programas", afirma.
El propio Bogdan reconoce un plus de responsabilidad: "Si nosotros lo hacemos bien, el programa seguirá adelante. Hay que lograr que más presos lo consigan".
La intención de la cooperativa Iniciativas, que coordina el proyecto con la ayuda del Injuve y de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, es que a lo largo de 2010 participen 45 nuevos internos. Y exportarlo más allá de Madrid, a otras prisiones.
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