lunes, 20 de julio de 2009

"El cuarto pilar del bienestar está cojo"

Cada mañana, Pilar Serrano ocupa su puesto en la oficina de la trabajadora social de Tauste (Zaragoza), un pueblo de algo más de 7.000 habitantes. Y pasa consulta. "Una de las principales ocupaciones actuales es la dependencia, la gente que viene a solicitar una ayuda de la ley. Los problemas ya los tenían hace tiempo, pero ahora les podemos ofrecer la recetica", se ríe. Ríe siempre, una de las condiciones indispensables para este colectivo, el buen humor, según dicen. "Yo ya sabía lo que les pasaba, les conozco de hace años y puedo redactar su plan individual de atención casi sin verlos", dice Serrano. Pero en 1985, cuando ella empezó, la gente reclamaba cosas sencillas, "como el abono del teléfono". Entonces, los asistentes sociales eran más animadores socioculturales e impulsores del asociacionismo.

En efecto, el perfil de la persona que se acerca a la consulta del trabajador social ha cambiado con los años. Serrano recibe entre 20 y 30 visitas diarias. Ahora, la gente es consciente de sus derechos y sabe adónde hay que acudir para ejercerlos, como el que va al médico cuando le duele algo, muy distinto de lo que ocurría hace décadas. "Eso es fundamental en los servicios sociales, un buen sistema de información, porque de poco serviría tener derechos si la gente no sabe que existen o cómo acceder a ellos", explica José Manuel Ramírez.

La red social es, en la actualidad, la más descentralizada de todas las existentes en España. "En los ochenta no había un pueblo que no tuviera su maestro, el médico y el cura; ahora eso ya no es así, ciertos servicios se han ido concentrando en las cabeceras de comarca, sin embargo, la red de servicios sociales de atención primaria es la más descentralizada de servicios públicos del país: no hay un pueblo donde no llegue el trabajador social al menos una vez a la semana. Y esa extensión en el territorio, la proximidad a las personas, es una de las mayores fortalezas del sistema", explica García Herrero.

Sólo trabajadores sociales hay unos 27.000. A ese batallón hay que sumar otros perfiles profesionales, psicólogos, animadores, auxiliares de hogar, educadores, terapeutas, que ponen los nombres y apellidos a este cuarto pilar del bienestar.

Adelina Laiz es auxiliar de hogar y trabaja en San Andrés de Rabanedo (León). Ayuda, por lo general, a ancianos en las tareas que ya no pueden hacer, pero también da compañía y conversación a gente más joven, como una mujer de 59 años con trastorno bipolar. Hace la limpieza, va a la compra. "Me gusta lo que hago, les coges cariño, son agradecidos", afirma esta mujer de 41 años que ahora se va a apuntar a un curso de lenguaje para sordos, porque también atiende a uno de ellos.

La profesionalización de estos cuidados, de siempre en manos de las mujeres de la familia, sobre todo en los países mediterráneos, es ahora una esperanza para combatir el paro, incluso un buen yacimiento de empleo más allá de la crisis actual.

Pero hay que detenerse en la crisis y en la financiación de los servicios sociales. Porque la recesión económica está saturando los ya de por sí magros recursos del sistema. Lo saben bien los trabajadores sociales, que estos meses reciben en sus consultas las peticiones económicas de familias en paro a las que no les llega para alimentar a sus hijos.

Y lo reconoce el Gobierno: "La coyuntura económica exige esfuerzos para cubrir las vulnerabilidades sociales que se producen en época de crisis", dice el secretario general de Política Social, Francisco Moza.

Sin embargo, ésa no es la función de los servicios sociales, sino la de asegurar la convivencia personal y social a personas que por distintos motivos (discapacidades físicas o psíquicas, desestructuración familiar, inmigración, drogas, cárcel, aislamientos, exclusión) no pueden desarrollarla adecuadamente.

"Mientras falte un sistema de garantía de ingresos mínimos, los servicios sociales se colapsarán", explica Gustavo García Herrero. Es lo que está pasando. "No podemos dar una vivienda a quien no la tiene, ni un empleo, eso corresponde a otras áreas, a otras políticas; lo que sí hacemos es asesorarlos para que lo encuentren y sepan mantenerlo", añade. El último congreso de trabajo social, celebrado en Zaragoza, expuso una conclusión primordial: el Estado debía garantizar unos ingresos mínimos a quienes no los perciben (parados, jóvenes) si espera que los servicios sociales sigan a flote.

Extracto del artículo "El cuarto pilar del bienestar está cojo", publicado por Carmen Morán en el diario El País el 20/07/2009:

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/cuarto/pilar/bienestar/cojo/elpepusoc/20090720elpepisoc_1/Tes

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