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Berri-otxoak: «Los derechos sociales y laborales se conquistan, no te vienen regalados»
El colectivo social Berri-Otxoak cumple el próximo 12 de agosto veinte años en la brecha. Nació en 1992, con el cierre de Altos Hornos, y mantiene su actividad y labor de reivindicar para asesorar a los más necesitados de las ayudas para conseguir sus derechos sociales.
GARA. Juanjo BASTERRA
En dos décadas, Barakaldo ha ido a peor. Porque se cambió la siderurgia y la industria por los hipermercados y centros comerciales. Quienes dijeron que ahí estaba el futuro de lo que fue la cuna de la industria y de la riqueza de Bizkaia fallaron, porque los centros comerciales crean «pocos puestos, es empleo precario y con bajos salarios», tal y como reconocen los miembros del colectivo de Berri-Otxoak Marisa Seco, Alfredo Castro, Juan Carlos Becerra y Periko Solabarria, histórico miembro de la izquierda abertzale y del movimiento obrero.
«Nacimos obligados por las circustancias, tras el desalojo de un local municipal ocupado desde mediados de los años ochenta. Era utilizado por diferentes colectivos sociales, desde las mujeres de Ilargia, los grupos ecologistas, la radio libre Zirika Irratia, el grupo de apoyo al euskera Etxepare, la comisión popular de fiestas o el colectivo antimilitarista Kakitzat», explica Becerra. De ahí se formó la Coordinadora de Colectivos Populares Berriotxoa, «porque se encuentra en la calle con el nombre del patrón de Bizkaia, San Valentín de Berriotxoa». Un año después con movilizaciones, consiguieron un nuevo local en la Casa de Cultura, pero fueron expulsados, de nuevo, en agosto de 2004. Antes ya ocuparon una casa.
Creación de la oficina permanente
La fecha más importante, según Juan Carlos Becerra, es el 17 de noviembre de 1997, cuando se creó «la oficina alternativa de información sobre las ayudas sociales». Desde su puesta en marcha, han pasado 5.271 familias. En el último curso, han necesitado asesoramiento de Berri-Otxoak un total de 671 unidades familiares. «Nos vimos obligados por las circustancias. El cierre de Altos Hornos desencadenó un nivel elevado de paro y de cierre de empresas en esta zona. Había que ayudar a la gente a conseguir las prestaciones sociales, el derecho a una vivienda. Empezamos a dar cobertura a la gente, porque una vez que entras en este mundo pones rostro a los números y sientes su desesperación», señala Juan Carlos Becerra. Porque, como explica Alfredo Castro, «del grupo que inicialmente formamos el colectivo, entre el 95% y el 98% éramos afectados por la crisis que no cobrábamos paro ni ayudas y, en muchos casos, no teníamos ni vivienda. La oficina de información permanente fue un salvavidas para muchos de nosotros». Ocurre, por otro lado, un tema esencial, que «no solo acuden jóvenes, sino que hemos ampliado a los pensionistas. Porque en Barakaldo hay 2.500 viudas que viven por debajo del umbral de la pobreza», remata Becerra.
La experiencia que les otorga estar a pie de suelo conviviendo, reivindicando y luchando por los derechos sociales es inmensa. A ese servicio de oficina de información permanente se unen los buzoneos que realizan para recordar las ayudas y prestaciones sociales a que tienen derecho, editan la revista «Barakaldo ustelkeria» y participan de forma activa en las reivindicaciones sociales. Así Becerra manifiesta sin tapujos que Barakaldo y Ezkerraldea «lleva en crisis de manera permanente desde finales de los años setenta. La precarización social es elevada y por eso nuestra oficina, lo mismo que las asambleas de parados, dieron un aire de esperanza. Porque recuerdo que, al final, se jugaba con el cálculo de que estabas seis meses trabajando y tenías seis meses de paro. Ya no es así, pero para cuando volvías a trabajar a través de la asamblea de parados pasaban entre ocho y nueve meses, por lo que había que mover todos los resortes para obtener las ayudas sociales y organizar a la gente». Explica por su experiencia que «los derechos sociales y laborales se conquistan, no te vienen regalados del cielo». Periko Solabarria, a sus 82 años, asiente con la cabeza y advierte del papel fundamental que tanto Berri-Otxoak como la Asamblea de Parados jugaron y juegan en «la autoorganización y autogestión» para sacar adelante «a mucha gente que estaba sin esperanza, sin futuro».
Todos ellos admiten que estos cambios que se han producido en Barakaldo, pero también en Ezkerraldea, han sido a peor. Solabarria explica que Barakaldo es la población con el mayor índice de desahucios de Hego Euskal Herria, a lo que Juan Carlos Becerra apunta que se producen «el 9% de todos ellos en esa localidad». Porque, como añade Alfredo Castro, «aquí ocurre que el tener un trabajo no nos garantiza estar fuera de la exclusión y de la pobreza». Así, Periko Solabarria describe la situación en dos trazos: «Hemos pasado de ser la meca de la industria a ser la meca de los servicios». Todo eso unido «a una creciente desregulación del mercado laboral, han provocado que la alternativa a la siderurgia hayan sido esas grandes superficies comerciales que pagan salarios de miseria e instauran la precariedad hasta su máximo grado», precisa Becerra.
Minería y siderurgia, final similar
Llegados a este punto, los cuatro representantes de Berri-Otxoak comparten la lucha de los mineros. «Porque ellos reconocen que si se acaba la minería en las cuencas asturianas, desaparecerán. Es lo que ha pasado aquí», explica Solabarria. A lo que Juan Carlos Becerra añade que «esta crisis económica ha metido la puntilla a las empresas que quedaban. El desmantelamiento es cada vez mayor con los casos de grúas Aldaiturriaga o la amenaza que pende sobre Nervacero, la Acería Compacta de Bizkaia, que pertenece a Arcelor Mittal, la Naval y otras». Porque, al final, según estos representantes de Berri-Otxoak, en esta crisis actual se «está comprobando que se está produciendo una conjunción entre el desmantelamiento del estado de bienestar y el cierre de empresas. Van unidas, lo que hace que los demás suframos más».
Marisa Seco explica que «digan lo que digan las mujeres siempre hemos tenido menos derechos, la crisis nos ha afectado más y los recortes sociales, también». Admite, en coincidencia con Castro, que en Ezkerraldea los empresarios «ponían reparos para contratar a las mujeres».
Una de las batallas más importantes que los colectivos sociales tienen en estos momentos es «la pelea por rechazar los recortes de las prestaciones, ya que se dedican menos presupuestos precisamente cuando más paro y pobreza hay en nuestra sociedad», denuncia Juan Carlos Becerra. En este sentido, Alfredo Castro critica de forma directa a la consejera de Empleo y Asuntos Sociales del Gobierno de Gasteiz, Gemma Zabaleta, porque «no da soluciones a la falta de empleo, ni al de formación, porque tenían que haber salido los cursos de formación en marzo y estamos en julo y no han salido. Sin embargo -explica- recorta las prestaciones y nos va diciendo que hay irregularidades entre quienes las cobran. Sacando ese tema lo único que trata es de tapar sus ineficiencia y falta de eficacia».
En este caso, Juan Carlos Becerra reconoce que «se está produciendo un aumento se solicitudes de prestaciones por el incremento del desempleo. Vamos a ir a peor. Pero como cuentan con un presupuesto limitado, porque no quieren dotarlo de más recursos, la mejor manera de que socialmente se entiendan esos recortes es ir desprestigiando y criminalizando a quienes hacen uso de ese derecho. Nos pone en sospecha continua». Para Marisa Seco «es una estrategia del Gobierno vasco, que tiene que ver más con la leyenda urbana que con la realidad. Tapa el caos de Lanbide con esas afirmaciones».
Están con fuerzas para «seguir veinte años más» y sostienen que la colaboración con los sindicatos y otros organismos sociales «nos ha permitido enriquecernos». Porque Berri-Otxoak llamó a la huelga del 29 de marzo, igual que otro más de medio centenar de colectivos. Colabora con Cáritas y otros grupos. «Cáritas ha abierto en San Vicente (Barakaldo) un comedor social que está colapsado. Va gente que tiene nóminas, pero que tiene que destinarlo a pagar su vivienda para evitar los desahucios. Así, tiene que ir a comer al comedor social».
Periko Solabarria, uno de los miembros más recientes, explica que «es un colectivo original. Luchador. Saca la lucha y la denuncia a la calle. Es donde se ve y se siente. Nuestras acciones causan impacto y ahí estamos. Tenemos que salir a la calle, recuperan nuestro espacio de lucha, más en este momento de recorte de derechos que aplica el Gobierno del PP, el Gobierno vasco y la Diputación de Bizkaia». Berri-Otxoak «tiene mucho que decir todavía, porque hay crisis para rato», concluyen.
Formas colectivas de defenderse del desempleo y la precariedad
Berri Otxoak
Diagonal
La ría se mueve
“La margen izquierda de la ría de Bilbao lleva en crisis permanente desde el año ‘79, cuando empieza la reconversión industrial”, explica Juan Carlos, activista de Berri Otxoak, que contextualiza su realidad local afirmando que “nuestro municipio llegó a tener 125.000 habitantes en ese año y no ha dejado de bajar desde entonces.
Nuestro colectivo nace en 1992 con el cierre de los altos hornos de Bizkaia, y no es casualidad, ya que todo un modelo de producción industrial, de organización obrera con sus valores y sus logros colectivos en las condiciones laborales, se ha ido destruyendo poco a poco”. Este colectivo radicado en Barakaldo lleva 20 años movilizado, peleando con las autoridades públicas de su ámbito mejoras en las prestaciones sociales de las personas en situación de desempleo a la vez que les ayudan a solicitarlas y a informarse de las que les corresponden.
La situación laboral de Barakaldo es representativa de esa primera ola de desempleo, ya que “al cerrar las empresas industriales, con buenas condiciones laborales después de años de lucha, nos trajeron un empleo precario, en grandes superficies comerciales, que aumenta los índices de pobreza del municipio”. Juan Carlos pone un ejemplo: “Un trabajo en Ikea tiene un salario de unos 500 euros mensuales, cuando la media del alquiler en Barakaldo es de 900 euros”. Por ello, desconfían de los planes de empleo institucionales. “Contra el paro no necesito un empleo precario que me siga empobreciendo. Contra el paro, empleo digno y de calidad o un subsidio indefinido, unas prestaciones sociales que te garanticen poder sobrevivir con un mínimo de dignidad”.
Desde Berri Otxoak manifiestan que ahí está “la pelea que tenemos con el Ayuntamiento y el gobierno vasco, aquí hay diferentes prestaciones sociales que se están recortando constantemente en un momento de desempleo. Con las bolsas de precariedad y de pobreza creciendo, hay más gente que las pide, y lo que hacen es que en vez de aumentar la partida, endurecen los requisitos o rebajan las cuantías de las prestaciones para intentar estirar el chicle y lo que estiran realmente son las situaciones de pobreza”.
Els Trasters
Redes en Parque Alcosa
Cuando le preguntamos a Teresa Estruch qué le llevó a participar en una cooperativa para escapar del desempleo, explica: “No podemos depender de los beneficios que puedan tener los demás para tener trabajo”. Teresa está en Els Trasters, una cooperativa de recogida de residuos vinculada a la coordinadora de colectivos del Parque Alcosa, en Valencia. “La cooperativa sale de la gente del barrio, se juntaron los parados y empezaron a recoger cartón y plástico de los mercados, de los edificios, patio a patio, y todo se llevaba a reciclar”, explica Estruch. El funcionamiento no difiere mucho de cualquier cooperativa: “Nosotros cobramos todos igual, el que entra el último y el que lleva años, todos intentamos hacer un poco de todo, aunque para la administración y otras tareas sensibles siempre tiene que haber al menos dos personas encargadas. Tenemos una asamblea cada 15 días para todos los problemas que puedan surgir entre nosotros, ver las cuentas, y luego un plenario anual”.
Desde la coordinadora de colectivos del Parque Alcosa, de donde surge la cooperativa Els Trasters, se ha puesto en marcha la Red de Iniciativas de Empleo y Supervivencia (RIES), un auténtico semillero de ideas y de apoyo para nuevos cooperativistas. “Lo que se está haciendo es darle los recursos que necesitan, locales para reuniones, materiales (lo que haya por ahí), etc. Cuando alguien viene con una idea, nos reunimos con ellos, a ver de qué manera se puede llevar a cabo, y si se ve viable se les da seis meses de trabajo para que puedan tener un ingreso mientras se consolidan”.
Este tejido barrial surgió de una asamblea de desempleados nacida en los ‘90. Consiguieron, en 2002, el contrato para la limpieza del barrio para una cooperativa que entonces supuso la alternativa al desempleo. “Se luchó y se consiguió después de una acampada de más de seis meses en la puerta del ayuntamiento, con huelga de hambre incluida”. Actualmente tienen cinco barrenderos con contratos de seis meses rotativos, que son los puestos que se ofrecen a los que quieren montar una cooperativa de forma transitoria.
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