Juan Antonio de la Cruz tiene 18 años y es fan de ‘La Roja’. Luce orgulloso su camiseta, pero nunca ha ido a un partido. Podría seguirlo sin mayores problemas, ya que “se entera de absolutamente todo”, como presume María Dolores Sánchez Maldonado, o Lola a secas, su madre. Pero hay otras prioridades. Juan Antonio tiene parálisis cerebral desde que nació y todos los recursos económicos de su familia están volcados en él. Y las ayudas públicas que recibía él y otras personas como él, considerados dependientes, cada vez es menor por los las medidas de austeridad para reducir el déficit.
Hasta el año pasado, una asistente pagada con dinero público ayudaba a su madre a levantarlo por las mañanas y otra se pasaba un par de horas por la tarde con él. Pero “el 23 de mayo de 2011, a las 8:15 de la mañana, me llamaron para anunciarme que me retiraban ese apoyo. Me dijeron que había otra gente que se lo merecía más que mi hijo”, explica Lola, de 56 años. El 23 de mayo fue el día después de unas elecciones en la Comunidad de Madrid. En ellas, el Partido Popular volvió a cosechar una mayoría absoluta, por lo que el recorte de la prestación a familias como la de Lola y Juan Antonio sólo podía estar decidido de antemano.
Las ayudas públicas también aportaron 700 euros para costear la silla de ruedas que necesita Juan Antonio, que en total cuesta 4.500. La silla es casi una extensión de su cuerpo, ya que en ella reposan sus 35 kilos la mayor parte del día, siempre en diferentes posturas para evitar problemas de circulación. A pesar de los 2.000 euros adicionales invertidos en complementos y nuevas piezas, la silla de Juan Antonio se ha quedado vieja y Lola está pensando en comprar otra. Esta vez no recibirá esos 700 euros, porque el Gobierno ha suprimido la ayuda.
"SOY UNA AFORTUNADA"
Pese a todo, Lola se considera “una afortunada”. “Me puedo permitir cuidar a mi hijo porque no fumo, ni bebo, ni voy a la peluquería, ni me maquillo”, explica. “Llevo muchos años trabajando y cuento con la ayuda de mi pareja para ocuparme de mi hijo y salir adelante”, añade.
Juan Antonio tiene un nivel de discapacidad del 89%. Apenas se mueve o habla y tiene que ser alimentado por una sonda a través del ombligo. Siempre tendrá que estar atendido por otra persona. Pero cada vez está peor atendido por el Estado. El mes pasado, el Gobierno anunció recortes en la Ley de Dependencia, aprobada en 2006 y que garantizó, por primera vez en toda España, el derecho a una ayuda pública de las personas que no se valen por sí mismas.
Entre 2012 y 2014, el Gobierno prevé recortar 3.020 millones de euros en la partida destinada a Dependencia, pero de momento no ha desvelado todas las medidas para cumplir el objetivo. Entre los ajustes presentados está la reducción en un 15% de la financiación, que se lleva a cabo en colaboración con las comunidades autónomas, y una moratoria de dos años para la tramitación de los expedientes y el inicio de las ayudas. “Muchas personas se morirán esperando las ayudas”, lamenta Purificación Causapié, que fue directora general del Instituto de Mayores y Servicios Sociales con el anterior Gobierno. Tras cumplir la mayoría de edad, Juan Antonio podría acogerse a las prestaciones de la Ley de la Dependencia, pero a su madre no le sale a cuenta.
Como consecuencia de las políticas de austeridad, Lola pasará a pagar un 50% de las medicinas de su hijo. Ahora paga un 40% por las cuatro pastillas que toma Juan Antonio al día. “Sólo el año pasado me gasté 1.500 euros en las medicinas que están parcialmente cubiertas, pero este año creo que llegaré a los 2.000 por este aumento”, lamenta. El joven, incontinente, utiliza como mínimo 5 pañales al día que su madre tiene que costear en su totalidad. El impuesto que grava el consumo sube para los pañales desde el 8% al 21% a partir de septiembre, por lo que Lola se resigna a pasar sus vacaciones en su casa, por la que está acabando de pagar una hipoteca. También suben los impuestos para las jeringuillas con las que da de comer a su hijo a través del ombligo. Gasta una a la semana, pero Lola ya ha aprendido “los trucos para lograr que duren un poco más”. “Lo que no entiendo es por qué no le suben así los impuestos a la joyería, a los coches de lujo o los ricos y a las empresas que montan para esquivar sus obligaciones fiscales”, razona.
UN RECORTE DE GÉNERO
El encarecimiento de las medicinas también le afecta a la propia Lola, que sufre de dolores crónicos, fibromialgia y las secuelas de un cáncer de mama que sufrió hace años. Por eso fundó, junto a otras DCYDE, la Asociación de Fibromialgia, Dolor Crónico y Dependencia. Desde allí asesoran a nuevas familias con este tipo de problemas.
Es verano en Madrid y Juan Antonio puede, al menos, “hacer lo que más le gusta: pasear, ver gente, descubrir sitios nuevos”. Por fortuna, como recuerda su madre, eso es barato. En una cafetería se encuentran con María Teresa Lozano, que cuidó “toda la vida” de su padre y de su madre, hasta que se murieron. Acaba de recibir una carta en la que el Gobierno regional le deniega ayudas de Dependencia para cuidar de su madre, a pesar de que ésta falleció hace cuatro años. Su caso es el de la cuidadora de dependientes mayores, que son la mayoría de las casi 800.000 personas que reciben algún tipo de ayuda pública.
Según Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres, los ajustes en este tipo de ayudas son en toda regla un recorte de género. “Las mujeres, que son tradicionalmente las que más a menudo cuidan de sus padres mayores, tienen también un salario menor que los hombres. En realidad, lo que se está creando es una bolsa de mujeres en riesgo de pobreza”, advierte.
Lola y Maria Teresa lamentan su suerte, aunque repiten insistentemente que podrían estar peor. Eso sí, los años dorados de la economía no volverán. “Antes de entrar en el euro, cobraba más o menos lo mismo, pero todo estaba mucho más barato”, dice Lola.
"FUENTE DE PREOCUPACIONES, PERO TAMBIÉN MOTOR"
Las dos tienen un plan. “Cuando cumplamos los 67 años [edad legal de jubilación], compramos unas pistolas, atracamos un banco y nos vamos a la cárcel, con cuatro comidas al día, a que nos cuiden”, bromea Lola.
A su lado, Juan Antonio también sonríe, aunque es muy difícil adivinar hasta donde llega en realidad su consciencia. ¿Quién lo cuidaría a él si siguen los recortes y se siguen reduciendo las ayudas públicas? “Juan Antonio es mi fuente de preocupaciones, pero también mi motor. Eso sí, le pido a Dios que se lo lleve antes que a mí”, confiesa Lola, por primera vez con lágrimas en los ojos. Pero para eso todavía falta mucho tiempo y a ella todavía le queda mucho que luchar. Lola se recompone rápidamente y antes de volver con su hijo a casa, le pregunta: “Juan Antonio, ¿cuántas novias tienes?”. El joven, desde su silla, responde con una sonora carcajada.
Una versión de este artículo se publicó en The Huffington Post, nuestra web en EEUU. Puedes leerlo aquí.
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