martes, 11 de junio de 2019

Agresiones sexuales, cómo se viven, cómo se entienden y cómo se atienden

En el año 2011 la Dirección de Atención a Víctimas de Violencia de Género del Gobierno vasco publicó el estudio “Agresiones sexuales. Cómo se viven, cómo se entienden y cómo se atienden” donde se lleva a cabo una investigación que se centra en el análisis del discurso sobre las agresiones sexuales contra las mujeres, y de los sistemas de prevención y atención a quiénes los sufren, existentes en la Comunidad Autónoma de Euskadi (que también se puede extrapolar a distintos territorios). Aunque queda mucho por indagar, se trata de visibilizar estas formas de violencia sexista, con un objeto claro: contribuir a su desestructuración para eliminarlas lo más pronto posible.



Las agresiones sexuales son un delito y aparecen tipificadas como tal en el Código Penal vigente. Pero a pesar de que legalmente son una violación de la libertad sexual, en el imaginario cultural de mujeres y hombres tienen más de una interpretación y muchos matices.

Aunque su expresión más grave, la violación, constituye un delito que se rechaza y genera pánico e indignación inmediata, hay numerosas y variadas agresiones sexuales que pasan desapercibidas aún constituyendo una permanente amenaza para las mujeres, tanto en el ámbito público como privado. Diseñar estrategias adecuadas para prevenir estas agresiones y atender a sus víctimas requiere desgranar los componentes de estas manifestaciones particulares de la violencia sexista, entender las dificultades que pueden existir para reconocerlas, valorar el contexto en el que se presentan y la respuesta social que generan, y transformar las maneras de entenderlas.

¿Qué es una agresión sexual? Para empezar, este concepto no tiene la misma difusión que tienen otras expresiones de la violencia sexista. A manera de ejemplo, si introducimos «agresiones sexuales» en un buscador de internet aparecen 235.000 resultados, pero si la palabra se cambia por la de «abusos sexuales» aparecen 895.000 resultados. Cuando hacemos la prueba con la palabra «violación», los resultados sobrepasan el millón de resultados. Finalmente, la palabra «violencia de género» nos arroja 2.340.000 resultados.

Siguiendo el carácter exploratorio del estudio, no se parte de una definición previa sino por hacer de la propia definición de las agresiones sexuales uno de los ejes centrales de la investigación. No obstante, a fin de poder realizar mejor la fase de indagación de campo, el equipo tenía claras una serie de definiciones operativas que permitan también comprender mejor los datos oficiales existentes sobre el tema, a saber:

  1. Agresión sexual: Cualquier conducta que atente contra la libertad sexual de otra persona, con violencia o intimidación, entendiendo violencia como utilización de fuerza física e intimidación como la(s) conducta(s) de tipo psicológico que tiene(n) como fin infundir temor a sufrir un mal inminente y grave, o amenazas de sufrirlo en la persona de la víctima u otras allegadas a ella.
  2. Violación: Una de las formas más frecuentes de agresión sexual es la violación, definida como el acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de miembros corporales u objetos por alguna de las dos primeras vías.
  3. Otras formas de agresión sexual: Otras formas de agresión sexual son los tocamientos de naturaleza sexual, con ausencia de consentimiento por parte de la víctima y, además, con existencia de violencia o intimidación por parte del agresor.

En el cuadro 1, podemos observar las semejanzas y diferencias entre los delitos de violación y otras formas de agresión sexual: 


A la vista de los datos de este cuadro, se puede afirmar que algunos mitos sobre estas agresiones no se sostienen en su contraste con la realidad. Así, por ejemplo, las violaciones son mayormente denunciadas por mujeres jóvenes pero mayores de 25 años (quizás porque son menos vulnerables al proceso derivado de la denuncia que las mujeres más jóvenes), en tanto que los agresores sexuales denunciados son muy jóvenes, siendo menor de edad uno de cada diez. También llama la atención, en las agresiones sexuales, el mayor uso de la violencia física, la intimidación e incluso el uso de armas blancas, razón por la cual es posible que se denuncian estas agresiones, ya que el grado de fuerza utilizado ha traspasado el límite de lo que las víctimas pueden silenciar. Por otro lado, se observa que la noche es el escenario mayoritario de las agresiones sexuales denunciadas pero, al mismo tiempo, queda desmontado el mito de la violación en descampado pues es en el domicilio (no se sabe si de la víctima o del agresor) donde ocurre la mitad de las violaciones denunciadas. Otras agresiones sexuales, en cambio, sí suceden en sitios abiertos o, por lo menos, fuera de un domicilio.


Las y los profesionales que intervienen con mujeres víctimas de una agresión sexual reconocen la necesidad de elaborar las políticas de atención en función de la naturaleza de la(s) agresión(es) vivida(s) y de otras variables, como la relación con el agresor, la edad o la nacionalidad.

Las necesidades y demandas de las mujeres no siempre pueden ser recogidas y atendidas con la especificidad que requerirían, por lo que, en ocasiones, la disposición y buen hacer del personal técnico se enfrenta con el límite de los servicios existentes. 


INFORME COMPLETO

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